La época que comprende entre el primer y tercer año de vida se considera un período de transición entre la lactancia y la alimentación con alimentos sólidos. El niño entra en una fase en que su crecimiento y ganancia de peso y talla son más lentos y en consecuencia sus necesidades energéticas disminuyen, circunstancia que se traduce en una menor necesidad en la ingesta de alimentos y, en consecuencia, en una «falta de ganas de comer» que se considera fisiológica.
INFLUENCIAS
Otro hecho que condiciona la alimentación del niño a esta edad es el inicio de la actividad social y la relación con personas ajenas a la familia. Éstas suelen ofrecer dulces, chocolates, golosinas, que les resultan más atractivos que la comida y, en consecuencia, el abuso y la administración de estos productos en momentos del día no adecuados, por ejemplo a la salida de la escuela infantil o el colegio antes del almuerzo, puede conducir hacia hábitos alimenticios negativos para la adecuada nutrición de su hijo, y que en ocasiones pueden perdurar hasta edades superiores, como nos indican desde Clohed.
La dieta básica debe estar compuesta por los siguientes alimentos: leche y derivados lácteos en una cantidad suficiente como es 500-600 ml al día, carne, pescado y huevos, cereales, frutas y legumbres. A continuación, describiremos algunas de las características en su administración.
LECHE Y DERIVADOS
La leche aporta al niño el calcio y proteínas necesarias para su crecimiento. La leche entera de vaca es pobre en hierro, siendo éste el motivo por lo que en los últimos años se recomienda mantener la leche de continuación hasta los dos años de vida. No obstante, esta es una decisión que debe consultar con su pediatra, pues existe controversia en su aplicación generalizada a toda la población. De otra parte, también existen en el mercado leches de vaca suplementadas que se corresponden con las denominaciones de “crecimiento” o “junior”, y que son otra elección adecuada en esta edad.
El niño necesita leche entera, pues las grasas lácteas favorecen la absorción de determinadas vitaminas, no aconsejándose el uso de las leche semi o desnatadas. La cantidad diaria que debe ingerir oscila entre los 500-600 ml. Si el niño tiene dificultades para tomar esta cantidad se puede sustituir por derivados lácteos como yogur y queso (media curación) o quesitos. Puede tomar yogur de sabores, recuerde que son ricos en colorantes y conservantes, aconsejándose el yogur natural, al menos hasta los 2 años.
CARNE, PESCADO Y HUEVOS
Se recomienda las carnes y pescados magros, así como el hígado. El hígado es importante administrarlo una o dos veces a la semana por su gran riqueza en hierro. El huevo se administra entero (cocido o en tortilla), y en cantidad de uno a tres a la semana. El huevo pasado por agua se puede introducir a partir de los 15 meses. No se indican sesadas.
FRUTAS Y LEGUMBRES
Su administración debe ser diaria. Debe fomentarse en el niño el consumo de la «dieta mediterránea» (cocidos, potajes). Las frutas deben ser frescas y maduras, pues en estas condiciones son fuente importante de vitaminas, hidratos de carbono, mejoran el hábito intestinal (estreñimiento) y además previenen la caries dental.
CEREALES
Son una fuente, la más importante, de hidratos de carbono del niño (que deben constituir el 50-55% del total de su dieta). Pueden utilizarse en forma de cereales secos, con la leche y/o en puré. En los primeros años (2-3) todavía debe mantenerse el uso de harinas de cereales debiendo introducirse de forma paulatina los cereales “en copos”.
GRASAS
Debe fomentar el uso de grasas que sean beneficiosas y no predispongan a cifras elevadas de colesterol. En este sentido es fundamental consumir aceite de oliva en detrimento de otras grasas como las de animales (cebos, mantecas de cerdo, chorizo, morcilla y embutidos en general como chopped, mortadelas, etc.). Algunos productos comerciales (pastelería industrial) son ricos en grasas (a. palmítico y otros), que no son aconsejables en una nutrición sana del niño.